El circuito del Jarama y yo tenemos una cosa en común: el
año de nacimiento, 1967. Inaugurado por el RACE (Real Automóvil Club de España),
este trazado tuvo el honor de ser el primer circuito de carreras que se
construyó en España. Sólo el circuito de Terramar, en Sant Pere de Ribes
(Barcelona) podría discutirle ese prestigio, aunque todos sabemos que el
circuito oval catalán jugó en otra división y en otra época, por lo que no son comparables.
Esta semana he tenido la suerte de poder rodar, por primera
vez, en el Jarama. La oportunidad me la ha concedido Audi, que organizó en el
circuito madrileño una presentación de la gama S, la más deportiva del
fabricante alemán. Hasta hoy, no había podido conocer este trazado tan singular
y emblemático. Por uno u otro motivo, laboral o personal, la ocasión de hacerlo
me era esquiva.
El miércoles entraba de nuevo por la puerta del circuito, a
la que se accede desde una urbanización privada, para conocer a fondo cómo
ruedan los Audi S5, S6, S7 Sportback, S8 y el magnífico y exclusivo TT RS Plus.
Sin duda, es una colección de bólidos que encaja perfectamente con el espíritu
de un circuito como el Jarama.
La primera sensación que recibes es la de entrar en un
circuito de los años setenta, como así es. Se conserva prácticamente tal cual
el paddock, la zona de boxes, el pit lane y la clásica torre de control. De
cuántas batallas habrán sido testimonio estas instalaciones…. El último Gran
Premio de F1 se celebró en 1981, mientras que el campeonato del mundo de
motociclismo abandonó el circuito madrileño en 1988. Desde entonces, el Jarama ha
mantenido su actividad con campeonatos como las World Series, las Le Mans
Series o el Europeo de camiones, entre otros. El grueso de la actividad, hoy en
día, lo forman los eventos privados como el que organizó Audi para mostrar su
gama de modelos a la prensa especializada.
Los 45 años de vida del circuito también se reflejan en el
trazado. No he rodado en mi vida en un circuito más técnico, revirado y
variado. Salvando las distancias, algunas curvas parecen sacadas del circuito
de Calafat. Sólo que en el Jarama, los 3.850 metros de trazado, la larga recta
de boxes (900 metros) y las correctas escapatorias (aunque mejorables) lo sitúan
en otro nivel, que en su momento lo hizo apto para albergar carreras
internacionales.
Uno se pregunta cómo es posible que en Madrid no haya un
circuito más moderno que el Jarama, y sí lo haya en Barcelona, Jerez o
Valencia. Algo se ha hecho mal. Es
muy posible que las especulaciones inmobiliarias, el mal que históricamente ha
aquejado a nuestro país, hayan limitado su ampliación o traslado a unas
instalaciones mejores. De hecho, el Jarama sigue estando amenazado por las
quejas de la urbanización privada contigua, que limita su uso a determinadas
horas debido al ruido que provocan los coches. ¿Qué fue primero, el circuito o
la urbanización? Se preguntan sus partidarios. La respuesta es evidente…
Debo reconocer que, a pesar de su trazado caduco, el
circuito del Jarama me encantó. El extraño radio de sus curvas, el asfalto
deteriorado en determinadas zonas, las constantes subidas y bajadas, los pianos
que parecen más bien un bordillo y cuyo estado es bastante precario… todo ello
obliga a aplicar la mejor técnica de conducción y, en ocasiones, algo de
improvisación ante lo inesperado. Es una de las mejores escuelas para aprender
a conducir al límite.
La sesión de pruebas con los Audi bordó un día fantástico.
De momento, ya puedo decir que tengo mi particular vuelta rápida en el Jarama
con un TT RS Plus de 360 CV. Algo es algo.